Me, Myself & I Am

Yo soy el hijo, yo soy el heredero, de una timidez criminalmente vulgar. Estación de Premià. Sol, calor, y más que va hacer. Alguna chaqueta aún se ve. Una horrible mujer pecosa sorbe el café de una manera indecente. Sus arrugas y su cara compungida, como la de muchas mañanas que la veo, denotar un retraimiento y una desesperanza ante el devenir del día. Ahora, ya en el tren, coge su teléfono y mirando un paisaje en el que solo hay dos cosas: una carretera y bloques de pisos. Me gustaría bajarme los pantalones delante de la reina. Sí, me gustaría hacer dos cosas irrealizables. Me gustaría cogerle el teléfono y lanzarlo en la próxima parada. Bien, y yo me pregunto ¿si ha empezado el verano, aunque realmente falten tres días, por qué no me deleito con el hermoso paisaje de hombros descubiertos, curvas sinuosas y principios de bronceados? Lo más parecido que veo son dos musulmanas con su pañuelo en la cabeza y mi querida amiga comiendo un bocadillo. Al menos mastica con la boca cerrada. Miro a la derecha, una puerca con un collarín masticando chicle con la boca abierta. Más que un collarín necesita un bozal. ¡STOP! ¿Bonito? ¡No! Estafa. Un busto siliconado o es la mujer con el worder bra más apretado de la historia del universo, con el pezón mirando al cielo. Sí, mirando al cielo.

PD: Las mejores frases no son mías. No hace falta decir de quién son.

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Estación de Premià. Me duele la pierna pero no tanto como ayer. El día es húmedo y las nubes no anuncian tormenta. Acaba de entrar una pareja de gais y una chica que recorre el andén como si fuera una pasarela. Los tres son los que visten más elegantemente de largo de todos los que iniciamos esta procesión diaria. Kill Uncle de Morrissey es la banda sonora. Me he subido al tren y los he perdido de vista. Ellos llegan en moto a la estación, y aún así cuando están en el andén no se ve ni una arruga. El más joven siempre lleva traje, camisa clara y corbata. El otro debe tener una tienda de jerséis de cuello de pico de color azul. Debajo, camisa clara y corbata. Siempre hablan con voz baja. Parecerá extraño pero con los auriculares puedo oír conversaciones, y los llevo para no oírlas. Ella es pequeña, delgada. No es guapa pero muy atractiva. Espero no encontrármela nunca en bañador. Su delgadez me haría perder todo su atractivo. Si lleva falda es hasta casi los tobillos, pero después de verla casi todos los días resulta evidente su predilección por los pantalones. Cuando pasa por delante siempre mira al frente, imperturbable, sabe que se siente observada y las miradas son una parte más de un ritual en la que ella es la estrella.

Estación de Sant Adrià. Es curioso, escribo mejor por la cara izquierda de este bloc de notas. Iba a decir ahora mismo que la gente llega del tranvía corriendo a tomar posición en el andén, pero eso sería repetirse, aunque esto que estoy haciendo me parece que es repetirse. Morrissey, Your Arsenal. Un disco maravilloso es la banda sonora. Veo una chica bajarse en Badalona con unos pantalones Lois. Me evoca a un pasado muy lejano, un verano maravillosamente interminable jugando en una calle sin asfaltar. Los coches pasaban cada veinte minutos y los partidos de fútbol se sucedían cada día en los atardeceres de Julio. Aquellos en que te ibas a dormir cuando el sueño te derrotaba y no cuando la obligación cortaba el instinto curioso de conocer y conocer, sin más prejuicio que la propia búsqueda del conocimiento. Sin apenas guión, como un niño en una pastelería mirando todos los majares al otro lado de la vitrina y pensando si va a comerse éste o aquél. Morrissey … the pain of my leg. Recuerdo que apenas me duele la pierna. Mañana puede ser mejor en ese sentido. Pasado, en todos.

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De pie y con dolor en la pierna. La estación de plaza de Catalunya está llena de gente. El calor me hace que me apiade de algunos que llevan rebecas, algún jersey e inclusive alguna chaqueta. Me molesta escribir de pie, aunque esta frase es desde el asiento del tren. El truco que me enseñó un conocido quién nunca recuerdo su nombre no ha fallado hasta la fecha para poder sentarme. Una chica está leyendo un libro titulado “La terapia del vacío fértil”. Sin comentarios. Lo ha guardado y ha sacado un teléfono idéntico al que le regalé a una preciosidad gaditana. Menos más que es la única relación que guardan. Jeff Buckley canta Britten. Me sonrío y pienso que es indigno mezclar en un mismo texto un libro con ese nombre con dos genios como el americano y el británico. La chica que tengo justo en frente lee el Periódico de Catalunya. Veo la columna del escritor Josep Mª Espinás, que por mucha tecnología que nos envuelva él sigue con su máquina de escribir mecánica. No he leído nada suyo, es más, dudo que lo haga alguna vez, pero despierta en mí la mayor de las simpatías.

La chica del libro juguetea con su iPod. Una de las cosas que me gusta hacer es mirar la música que escucha la gente. Me recuerda una vez en el tren hacia la oficina, en una época en la que tener un Discman era todo un lujo, una muchacha escuchaba con el volumen muy alto New Order. Cuando llegó el tema Perfect Kiss, mi favorito del grupo de Manchester, lo la estaba cantado. A media canción, ella se dic cuenta y se sonrojó. Yo le dije que eran unos genios. Ella se sonrojó aún más y yo me reí. Es la única vez que me ha pasado.

Ya estoy llegando a Premià, y por mucho que me digan lo contrario, cada día es más feo. Serán las ganas de perderlo de vista. Al menos espero que no me llueva cuando salga de la estación.

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